miércoles, 20 de octubre de 2010

Pronuncia mal. ¿Hay que preocuparse?

A partir de los cuatro años de edad las dificultades de pronunciación deben ser controladas de cerca para evitar futuros defectos en el habla.
Es frecuente que los niños muestren dificultades a la hora de pronunciar cuando están aprendiendo a hablar. Sin embargo, entre los cuatro y cinco años, su lenguaje ya debe ser perfectamente comprensible tanto para las personas conocidas como para los extraños que traten de comunicarse con él.
¿Por qué habla tan mal?
Los motivos que conducen a padecer una dislalia son múltiples, algunos más graves: retraso intelectual, déficit auditivo... y otros menos serios, como puede ser simplemente un aprendizaje incorrecto. Hay que tener en cuenta que el pequeño aprende a pronunciar correctamente oyendo a los demás, por tanto, si convive con alguien que pronuncie mal puede adquirir este defecto por imitación.
Si su dicción sigue siendo deficiente no conviene demorar la visita al logopeda, que se encargará de realizar un diagnóstico adecuado y establecer la mejor forma de tratar el problema. Si se retrasa el tratamiento, cada vez será más difícil subsanar el error de pronunciación en caso de que este se deba a una mala articulación (dislalias funcionales), ya que el pequeño habrá afianzado fuertemente la forma incorrecta de articular. Aunque existe una excepción, la de la “R” doble, cuya mala pronunciación no se considera anómala hasta los seis o siete años de edad, dada su dificultad.
¿Será el frenillo?
Los problemas de pronunciación también se pueden deber a fallos anatómicos (dislalias orgánicas o disglosias). El más frecuente es la anquiloglosia, conocida popularmente como “frenillo”, debido a su origen: el frenillo lingual, es decir, la membrana que une la lengua con el suelo de la boca. Cuando es demasiado corta impide el correcto movimiento de la lengua, dificultando, sobre todo, la pronunciación de fonemas como la “R” o la “L”, que requieren de un amplio movimiento de este músculo. La solución pasa por una cirugía bastante sencilla, siempre que el médico lo considere oportuno. El frenillo corto, además de por una mala pronunciación persistente a los cuatro años, puede detectarse mucho antes por otra serie de síntomas; uno curioso y fácil de observar es la dificultad del pequeño para lamer un helado.
Otros orígenes de la disglosia pueden ser, por ejemplo, alteraciones en la dentición, en el paladar o en las vías nasales.

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